«Un recién nacido supone una avalancha de cambios para los padres. Que no afecte negativamente a la pareja depende de la actitud que adopten”.
–Maria Teresa Garcia Aguilar
Primer contacto con la realidad: El hospital. Una mujer que acaba de parir es una mujer dichosa, pero también es un vaivén de hormonas que hace que el mundo lo vea intensificado. Puedo recordar que en el nacimiento de mi primera hija le pedía a todas las visitas que se pusieran cubrebocas y se desinfectaran las manos – no era suficiente lavárselas!
Muchas mujeres, especialmente las primerizas, interiorizan una idea de parto, que cuando no cumple con sus expectativas; haya sido parto difícil o que incluso acaba en una cesárea pueden traer los primeros «desengaños», las primeras tomas de contacto con la realidad. Una mujer con un recién nacido en sus manos se siente generalmente afortunada, sin embargo su nuevo estado emocional no le permite tener tanta tolerancia ni a la frustración ni al principio de realidad, sobre todo con visitas largas con comentarios inoportunos y, sobre todo de gente con la que no tiene la suficiente confianza, hacen que se sienta altamente suceptible y que vea que las cosas no son como las había soñado. Y eso puede ser el inicio del deterioro de las relaciones, más aun con la familia política, y sino se atiende con el tiempo, esto pasara factura.
Segundo contacto con la realidad: Llegar a casa. Principalmente para quienes son padres por primera vez todo son dudas, cuestionamientos; no estar seguros de si el bebé está bien alimentado (especialmente si toma pecho porque no se sabe la cantidad, sólo se sabe si gana peso), no saber el motivo de su llanto (muchos bebés lloran las últimas horas de la tarde por los cólicos del lactante), miedos a no saber hacerlo bien, temor a que se nos caiga, a no saber ejercer, en definitiva, a no ser buenos padres. Todo esto, indudablemente, tiene consecuencias en una pareja. Positivas y a veces, negativas. Pero nada que no se pueda solucionar.
Ahora la pareja tendrá que aprender a irse adaptando poco a poco, midiendo sus tiempos. Las primeras noches, son la prueba de fuego, pues cada dia se van minando más y más por la falta de sueño; me he topado con pacientes que descubren que llevan tres días sin bañarse… literal no les alcanza el tiempo ni la energía. Estos niveles de estrés, unidos al cansancio, la inseguridad a la hora de manejar las dificultades, las expectativas que se tienen hacia el otro y otros factores… puede afectar a la pareja.
Ahora nos preguntamos, como manejar estas situaciones? Como
todo en la vida es importante hacer acuerdos previos y contemplar los diferentes escenarios.
Por supuesto son determinantes las condiciones previas de la relación de pareja, una relación solida, estable, con buenos niveles de comunicación y por supuesto de afectividad tendrán mejor pronostico que aquellas donde la pareja ya se llevaba mal o muy mal antes de la llegada de un bebé, el nacimiento no sólo no va a cambiar las cosas para bien sino que las empeorará.
Tercer gran reto: Niveles de comunicación: Es muy importante saber expresar los sentimientos que uno tiene sin caer en la acusación al otro. Hablar desde la primera persona y expresar su sentir, todo ello claro está, siempre con un tono amable, en el marco de una conversación apacible, es decir, no aprovechar un llanto incontrolable del bebé para expresarse sino un momento de paz, que también los hay, para decir las cosas. Las parejas que hablan, que se escuchan, que se comunican diciendo lo que sienten, tienen altas probabilidades de que todo salga bien, de que se solucionen las cosas.
Ahora bien, la buena comunicación estriba en las necesidades de entender al otro. Tanto mujer como hombre cambian su perspectiva vital.
Con la llegada de un hijo, muchos hombres adquieren un mayor grado de responsabilidad a la hora de afrontar su rol como proveedores y comienzan a sentir temores que nunca antes habían enfrentado.
Los hombres generalmente son más inexpresivos y muchos optarán por no decir nada a su pareja para evitar preocupaciones, pero eso no significa que no estén durante una primera etapa muy inmersos en esa nueva etapa de vida y de trabajo. Por supuesto, también sienten celos cuando llega un bebé. Aquella mujer que regularmente estaba pendiente de él ahora casi nunca está disponible para llevar una conversación de más de cinco minutos. La mayoría de las mujeres no reparamos en esa ausencia que tienen porque estamos muy agobiadas con todo lo que se nos ha venido encima; dar el pecho, cambiar los pañales, sacar el aire (todo un arte), a pesar de que duermen casi todo el día, apenas paras un minuto. Todas esas circunstancias pueden hacer que nos olvidemos de nuestra pareja “momentáneamente” algo que en la medida de lo posible deberíamos evitar aunque no siempre es fácil.
Otro aspecto latente: Las hormonas. Estas pueden hacer tambalear los cimientos del matrimonio más estable: llantos injustificados, creer que estás sola, que han dejado de quererte, sentirte fea, distinta a quién eras y algo que ayuda poco, dormir por periodos intermitentes, hacen el resto. Mucho amor, mucho cariño, mucho apoyo moral con frases tipo, “qué buena madre eres”, “qué bien lo estás haciendo”, “qué orgullosa estoy de ti” hacen más que una terapia con el mismísimo Freud. Muchos abrazos y una clara demostración de que se está ahí para apoyarla en todo hacen el resto.
La importancia de ayudar: Muchos hombres participan poco o nada en la crianza de sus hijos hasta que estos no caminan. Es verdad que son las madres las que dan el pecho pero hay muchas cosas que ellos pueden y deben hacer, ya no sólo para aliviar a la madre que necesita descansar sino también para establecer vínculos con el bebé. Por ejemplo, sacar el aire,( esto es muy favorable al bebe, pues le brinda protección ). Pero no sólo eso, cambiar los pañales no tiene que ser un acto exclusivo de la mamá, de hecho, salvo dar el pecho, ninguno lo es.
La intimidad, debe ser respetada. Si bien es cierto que la ayuda de la mama de la recién parida es valiosa, también es cierto que hay que ser empatico con el yerno, de por si ya se siente un tanto desplazado por el bebe, ahora además por la suegra? Y desafortunadamente muchas mamas recién paridas no logran ver también la necesidad del padre; por lo que se sugiere que en cuanto este la pareja, la mejor opción es que la suegra desaparezca del cuadro. Hay que recordar que muchos hombres se ven intimidados por la presencia de sus madres políticas y comienzan a sentirse incómodos en su propia casa. La familia política es mejor para las comidas familiares esporadicas.
La intimidad de la pareja en descubrirse como padres , es UNICA! . Además, cómo no, los siempre mal venidos comentarios de todo el mundo. Los consejos no pedidos sobre cómo das el pecho, si lo das o no lo das, si coges al bebé en brazos…no suelen caer bien. Como a veces son inevitables porque no se tiene la confianza necesaria para pedir que no se digan, cuanto menos los escuchemos, mejor para nuestra salud mental. El instinto de cada madre es infinitamente mejor que el de cuatro abuelos opinando a la vez.
Es importante que la pareja se vaya concientizando que la llegada de un hijo es una gran responsabilidad pero no una carga sino todo lo contrario, un reto que dura para siempre pero que para siempre, también, traerá muchas satisfacciones. Sobre todo es muy importante asimilar que la nueva vida será diferente, y esto no quiere decir peor, solo diferente…
La llegada del primer bebe implica una serie de cambios radicales, pero no son una sentencia sino un deafío. Y como todo desafío, una oportunidad para aprender, crecer y hacernos mejores seres humanos.
Entre los cambios más profundos, emocionantes y transformadores se encuentran los siguientes:
- Descubres en tu interior una fuerza que te agarra de sorpresa y hasta te asusta por su intensidad. .2. Te das cuenta que puedes ir más allá de tu límite, y del límite de tu límite, y del límite del límite de tu límite… Y esto te hace sentir infinitamente exhausta y fatigada, pero a la vez infinitamente capaz.3. Sientes crecer dentro de ti unamor tan fuerte, poderoso y profundo, que a veces hasta te espanta y confunde. «¿Podré querer a otro ser como a esta criaturita?», te preguntas. Ya verás que sí (y ésa será tu próximo hijo).
- Empiezas a entender, respetar y admirar a tus padres como nunca antes en la vida «no es posible que mi mamá haya hecho todo esto», pensaba,y crece genuinamente tu comprensión y gratitud hacia ellos.5. Por primera vez entiendes que «sacrificio» no significa sufrimiento sino: «sacro» + «oficio», o sea, «trabajo sagrado». Comprendes la enorme importancia del lugar que ocupas en el mundo como madre, y el gran valor de tu trabajo.6. Aumenta tu compasión por todos los niños. Poco a poco te vas haciendo madre no sólo de tus hijos, sino de todos los demás niños del mundo.
- En tu casa, tu vida, tu trabajo… reina un nuevo orden, o más bien, desorden. Aceptarlo es clave para tu felicidad y paz interior, o sea que date por vencida y disfrutalo.8. Descubres el placer y el valor de los momentos de silencio, de una ducha caliente al final del día, una tacita de té con una amiga, una película en casa con tu pareja, una noche de sueño profundo… y disfrutas a fondo cada uno de esos instantes.9. Borras de tu diccionario la palabra «asco». Cuando hay que cambiar pañales
10. Aprendes a dominar el arte de la improvisación. Compones increíbles melodías, transformas tus dedos en marionetas e inventas fantásticas y absurdashistorias para mantener entretenido a tu bebé
- Tu cinturita definitivamente no es la misma de antes, pero te sorprendes al darte cuenta de que estás mucho más interesada en el ombligo de tu bebéque en el tuyo propio.12. Las horas dejan de tener 60 minutos y los días dejan de tener 24 horas. El tiempo ahora parece transcurrir a un nuevo ritmo (debido seguramente a algún arte de magia del bebé) y por ese extraño cambio llegas retrasada a casi todas tus citas.13. Los momentos a solas con tu pareja son escasos y breves, pero los dos aprenden a disfrutarlos y aprovecharlos, aunque un cierto lloroncillo esté a punto de interrumpirlos.
14. Desarrollas aun más habilidades. Te vuelves un malabarista y no se te cae ninguna bola.
Y por fin, te das cuenta que ser mamá no significa proteger eternamente a tu niño, sino irlo acompañando en el devenir de su vida de manera congruente, firme y amorosa.