Diciembre se ha caracterizado por la felicidad y la ilusión que generan las festividades de la Navidad y el Año Nuevo. Sin embargo, especialistas médicos señalan que en esta temporada mucha gente baja su estado de ánimo e incluso los casos de suicidio aumentan un 40 por ciento.
La causa es un trastorno emocional que psicólogos han bautizado como depresión navideña.
Este padecimiento no tiene mucha diferencia con la depresión común; pero la tristeza, la melancolía y el pesimismo se agravan por la carga sentimental que suele rodear las fiestas de diciembre.
Según diversos especialistas, el perfil de las personas más afectadas por la depresión navideña son mujeres solas, personas de la tercera edad e individuos que se hayan involucrado en graves impactos emocionales.
Son detonantes para producir este tipo de afectación emocional la pérdida de un ser querido, si se ha vivido una experiencia traumática, la imposibilidad de reencontrarse con personas que viven lejos o la falta de recursos economicos.
Los síntomas de esta enfermedad son la tristeza, apatía, pérdida de apetito sexual, aislamiento, trastornos del sueño, pesimismo y fatiga.
Para aliviar este padecimiento es conveniente buscar durante estas fechas la compañía de amigos y familiares a fin de evitar la soledad; además de hacer actividades que produzcan placer y alegría. Si la persona rehúye el contacto con las personas que quiere o estima, es necesario que el paciente reciba ayuda profesional, pues de no hacerlo pudiera acentuarse.
Es un hecho que sigue siendo difícil que una persona reconozca que sufre depresión; además de que persiste la idea de que ante una situación como ésta no se requiere atención psicológica. Si conocemos a alguien bajo este estado, hay que ayudarlo a que tome el apoyo psicológico, pues los sentimientos contra la temporada navideña es una tarea aparentemente sencilla. Si nos detenemos a meditarlo, el último mes del año ya constituye de por sí una de las épocas con mayor carga emocional que vamos a experimentar durante esos doce meses que cada vez se hacen más cortos.
Nos pasa a todos. ¿Las causas? Un cúmulo de circunstancias que provocan un cóctel molotov emocional que nos deja noqueados.
En primer lugar, debemos tener en cuenta que durante las estaciones de otoño e invierno, por aquello del frío, la luz y sobre todo las oscuras golondrinas, sufrimos del denominado trastorno afectivo estacional producido por la falta de serotonina. Pero esta no es la única causa, pues recordemos que en el hemisferio sur es verano cuando llega la Navidad, y en Argentina también se deprimen. No dejan de hablar, pero deprimidos. Otros factores mucho más simples apelan al factor psicológico el bombardeo mediático al que nos vemos sometidos, en el que principalmente podemos observar estampas de felicidad y familias sonrientes, causa en nosotros UN EFECTO CONTRARIO al de la felicidad, propiciando que comencemos un proceso de auto introspección y reflexión sobre nuestra propia felicidad, las metas que nos propusimos y los objetivos cumplidos. Y a menos que no seamos menos ambiciosos que el niño aquel que se entusiasmaba con un palo, la balanza siempre caerá del lado de metas inacabadas.
Por si esto fuera poco, nuestra alimentación durante los días de fiesta también juega un papel fundamental en esa transformación en Grinch que sufre una gran parte de la población. Los hábitos cambian durante las festividades y, aparte de esas copas de más, los carbohidratos de absorción rápida y el azúcar, principales ingredientes en nuestra dieta navideña, toman el control de nuestros sentimientos. Al ser de absorción rápida, causan un pico en nuestros niveles de glucosa que nos proporciona un chute de energía de corta duración, dejándonos después mucho más desanimados de lo que estábamos en un principio.
Así pues, muchos son los factores que inciden en el incremento de nuestro odio cuando llega el adviento. Sin embargo, existen remedios que podemos poner de nuestra parte para hacer de estos días un viaje mucho menos doloroso, incluso placentero, para aquellos que los esperan con temor.
Para empezar, hay que mentalizarse de que no estamos obligados a ser felices solo porque nos lo indiquen las fechas. No hay nada que nos obligue a ser más felices en Navidad de lo que éramos en noviembre, por lo que debemos intentar liberarnos de esa presión. Además, es importante que no nos aferremos, como nos indicaba la persona más antigua de nuestra familia a ciertos rituales o tradiciones. Las tradiciones cambian irremediablemente a medida que nuestra familia o nosotros mismos nos hacemos mayores. Por lo que quítate el disfraz de estrella del teatro del cole, que ya tienes 30 años, y esfuérzate por crear nuevas tradiciones que se adapten a tu situación actual.
Por último, nos dicen, debes aprender a decir que no. Si tu estado de ánimo, tu trabajo o tu bolsillo te impiden atender a las treinta comidas navideñas que tus seres queridos tienen preparadas, quédate con las que de verdad signifiquen algo para ti y olvídate de los compromisos que solo van a minar tu humor y tu cuenta bancaria.
Y el más difícil todavía: vigila los excesos. “Elegir alimentos de absorción lenta mantiene tus niveles de azúcar constantes y hace que tu estado emocional sea estable”, RECUERDA QUE SI PARA HACER A ALGUIEN FELIZ, LA MANERA MAS RAPIDA ES EL ESTOMAGO, PARECE QUE PARA HACERLO INFELIZ SUCEDE IGUAL.
Porque celebrar la Navidad no consiste solo en seguir las tradiciones, sino en dar remate a un año que, para bien o para mal, quedará cerrado. Y qué mejor forma de hacerlo que aspirando a ser, aunque sea solo por unos días, un poco felices
Según los especialistas la depresión navideña que, normalmente desaparece después de dos o tres semanas, continuará a causa de la crisis económica y algo que vale la pena mencionar es que también se ve afectada la productividad de las empresas, pues no hay empleado más improductivo, que un empleado triste.
Para la mayoría de las personas, la Navidad es una época muy emocional, puesto que las relaciones personales se intensifican en la recta final de año, con todo lo positivo que ello tiene, pero también, con las dificultades que plantea.
En las fiestas decembrinas se producen reencuentros muy esperados, pero también se producen situaciones más incómodas cuando coincides con alguien con quien no te llevas tan bien o hay algún conflicto sin resolver.
La Navidad también es un periodo muy valorado y esto hace que puedan tenerse una expectativa muy elevadas de felicidad, que luego, al no cumplirse, pueden ser causa de frustración.
La Navidad puede llegar a ser un periodo fantástico, si se afronta con inteligencia emocional. En la medida en que te conoces mejor o, también se fortalecen tus relaciones personales con amigos y familiares, hay claridad en tus sentimientos y emociones.
Tan cierto como el pavo, los dulces y las reuniones familiares, también lo es la realidad de los cambios emocionales que ocurren durante las fiestas de Navidad y Fin de Año. Y es A MEDIDA QUE IDENTIFICAS Y LIDIAS CON EL ESTRÉS DE UNA MANERA SIGNIFICATIVA, que se puedes evitar el continuo resentimiento y volver a disfrutar de las relaciones normales.
Inteligencia emocional para Navidad
1. No idealices este periodo del año. Al igual que en cualquier otra estación, es normal que existan instantes de desánimo y también, de desencuentros.
2. En la medida de lo posible, intenta mantener esas rutinas que durante el resto del año te hacen sentir especialmente bien.
3. Durante estas fiestas, el hogar adquiere un protagonismo especial como escenario de celebraciones con amigos y familiares.
Disfruta de esos momentos, pero sin renunciar al placer de organizar una escapada al aire libre. Anímate a dar un paseo por una zona verde de tu ciudad. El ejercicio físico potencia los niveles de optimismo y motivación.
4. Puede que la Navidad no sea la época del año que más te gusta, sin embargo, puedes relativizar aquellos aspectos que menos te gustan, por ejemplo, la añoranza de los seres queridos que ya no están, poniendo el punto de atención en esos aspectos que te gustan.
Puedes realizar el ejercicio de coaching de elaborar una lista con 10 aspectos que sí te gustan de la Navidad. Coloca esta lista en un lugar visible de tu habitación para poder releer esos puntos positivos cada mañana.
5. Las personas sufren más con la interpretación que hacen de la realidad que con la realidad en sí misma. Es decir, existen personas que sufren a nivel interno porque se sienten atrapadas en la idea de aquello que deben hacer durante estas fiestas cuando en realidad, preferirían hacer otra cosa. ¡Disfruta del momento y de todo lo bueno que puede ofrecerte el ahora!
6. Durante la Navidad no solo es posible sentir la tristeza por la pérdida de seres queridos, sino que también, es posible añorar a un familiar que actualmente está distanciado geográficamente.
En ese caso, potencia el contacto a través de las nuevas tecnologías que también pueden acercar a dos personas a nivel emocional gracias a una buena comunicación.
7. Concreta tres planes que te gustaría llevar a cabo durante las próximas fiestas de Navidad.
8. Es recomendable ser flexible a nivel emocional para adaptarte a los planes familiares. Aprender a ceder es necesario para priorizar el bien común por encima del interés individual.
9. Es verdad que la Navidad es una época vinculada con el consumo. Sin embargo, los valores más importantes de la Navidad son emocionales. Aprovecha este tiempo para compartir momentos especiales con aquellos seres queridos con quienes no puedes estar tanto como te gustaría a lo largo del año.
10. Reflexiona sobre qué proyectos te gustaría emprender con el comienzo de un nuevo año.